El vínculo entre el lenguaje y las emociones.
El lenguaje y las emociones están profundamente conectados. No es solo una herramienta de comunicación, sino también un canal a través del cual expresamos nuestras emociones más intensas y auténticas.
Para quienes son bilingües o multilingües, la elección de un idioma en momentos de tensión emocional, como una discusión o pelea, puede no ser accidental. De hecho, muchas personas que hablan más de un idioma afirman que prefieren discutir o expresar su enojo en su lengua materna, y en muchos casos, en español. ¿Por qué sucede esto? A continuación, exploramos las razones detrás de esta conexión entre el lenguaje y las emociones.
1. El idioma materno y el mundo emocional
El idioma con el que crecemos, generalmente el materno, está íntimamente ligado a nuestras primeras experiencias emocionales. Desde que somos pequeños, asociamos palabras y expresiones con situaciones cargadas de afecto, frustración, alegría y enojo. El lenguaje se convierte en una extensión natural de nuestras emociones, porque hemos aprendido a experimentar el mundo a través de él. En el caso de los hispanohablantes, el español no solo sirve para comunicar pensamientos, sino también para expresar la intensidad emocional de cada situación.
En una discusión o pelea, este idioma primario tiende a salir a la superficie porque es el que nos resulta más natural para expresar lo que sentimos en lo más profundo. No es raro que incluso personas que han vivido gran parte de su vida en un país de habla inglesa, por ejemplo, recurran al español cuando están molestas, simplemente porque las palabras salen más fácilmente y con mayor intensidad emocional.
2. La intensidad y la riqueza expresiva del español
El español, como idioma, posee una enorme riqueza léxica y expresiva que facilita la comunicación emocional. Los hispanohablantes tienen una gran cantidad de palabras, modismos y frases hechas que pueden comunicar matices de emociones que a veces resultan difíciles de traducir a otros idiomas. Expresiones como “me tienes hasta el cuello”, “no me vengas con cuentos” o “se me subió la sangre a la cabeza” son ejemplos de frases que encapsulan emociones complejas de forma directa y poderosa.
Además, el español cuenta con un ritmo y una cadencia que pueden intensificar la comunicación emocional. La melodía natural del idioma, sumada a la posibilidad de jugar con el tono, el volumen y la entonación, le da a una discusión en español un nivel de intensidad que a veces es difícil de replicar en otros idiomas.
3. El idioma como refugio emocional
En momentos de tensión, es común que recurramos a lo familiar como una forma de autoconservación o consuelo. Hablar en nuestro idioma materno, especialmente en situaciones emocionalmente cargadas, nos permite encontrar un espacio donde sentimos más control y comprensión. Esto es particularmente relevante en peleas o discusiones, donde el objetivo no es solo comunicar lo que pensamos, sino también liberar la frustración o el enojo acumulado.
El español, para muchos hablantes, es ese refugio emocional. Es el idioma en el que podemos expresarnos con más autenticidad y sin las limitaciones que pueden imponer otras lenguas que hemos aprendido más tarde en la vida.
4. Las emociones y la automatización del lenguaje
El lenguaje emocional, particularmente en momentos de rabia o frustración, suele ser más impulsivo y menos filtrado. Cuando peleamos, no solemos detenernos a pensar en la mejor manera de articular nuestras palabras; simplemente las soltamos. Y en este acto automático, el idioma que hemos interiorizado desde la infancia surge con facilidad. Para muchos hablantes bilingües o multilingües, ese idioma es el español, porque está más profundamente arraigado en sus patrones de pensamiento y emociones.
5. La cultura y el lenguaje emocional
No podemos ignorar el rol de la cultura en la expresión de emociones. En muchas culturas hispanas, la expresión abierta de emociones, tanto positivas como negativas, está socialmente aceptada e incluso valorada. Las peleas apasionadas, las discusiones intensas y las muestras de enojo no siempre se ven como algo negativo, sino como una señal de honestidad y autenticidad. Esta permisividad cultural también puede influir en por qué muchas personas se sienten más cómodas peleando en español, un idioma que está culturalmente asociado con la expresividad emocional.
Conclusión
La relación entre el lenguaje y las emociones es poderosa y compleja. El español, para muchas personas, no es solo un medio de comunicación, sino un vehículo para expresar sus emociones más profundas y auténticas. En situaciones de tensión o conflicto, recurrimos a lo familiar, a lo que mejor nos permite expresar lo que sentimos. Por eso, cuando la ira o la frustración alcanzan su punto máximo, es común que muchas personas prefieran pelear en español: el idioma que conecta su mente con su corazón, su intelecto con sus emociones.
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