1 Antes de escuchar el cuento busca en el diccionario el significado de 10 palabras que tal vez no conozcas.
- enrabietado
- a punto de
- cumplir
- clamaba
- merienda
- permitía
- temprana
- abandonado
- pubertad
- ciernes
2 Escucha el cuento.
3 Responde las siguientes preguntas.
¿A qué le llaman el Jardín de la Alegría?
¿Por qué el joven se enojaba con la madre?
¿Para que iban a ese lugar frecuentemente?
¿Qué le hizo aquella mujer al joven?
4 Finalmente, lee el cuento El jardín de la alegría:
Volvíamos del colegio sobre las seis y media de la tarde. Yo, a veces, enrabietado, porque a mis trece años, casi a punto de cumplir catorce, todavía subía mi abuela la calle Torrijos para recogerme a las puertas del Calasancio, mientras mis compañeros venían solos. – ¡Que ya soy mayor! -. Clamaba a mi madre, ante aquel agravio comparativo que se me hacía con mis colegas. Colegas… Aquella palabra entonces no se usaba, aunque existiese. Eran amigos o compañeros.
La consabida onza de chocolate y el cacho de pan eran la merienda. Y luego a jugar allí en casa. Una vez quise bajar a hacerlo en la calle y mi madre puso el grito en el cielo. Mas al cabo lo conseguí y ya me lo permitía de vez en cuando. Así conocí a Juanito, que luego trabajó conmigo hasta que murió a temprana edad víctima de un cáncer. Y a Pepito, al cual veo muchas mañanas tomar el Metro en dirección contraria a la mía. Ellos me llevaron a un chalet abandonado, en Ayala antes de llegar a Hermanos Miralles. Le llamaban el jardín de la alegría porque en él se daban cita niños y niñas de mi edad, con la pubertad en ciernes.
Allí, una tarde, una desconocida a la que no volví a ver, se ocupó con manos hábiles de hurgar en mis pantalones cortos y abrirme el camino al mundo de los mayores. Los jóvenes de ahora dicen que éramos unos reprimidos sexuales, pero ya ven que no. Le dábamos menos aire al asunto, pero el resultado era el mismo.
Allí, en el jardín de la alegría, entre las calles hoy llamadas Conde de Peñalver y General Díaz Porlier por el aquél de los cambios políticos, concluyó para siempre mi inocencia.
Corría la primavera de 1960…