Aprender español es una terapia, literalmente.

Read in english

Por Georgina Palencia.

Hace unos meses, Robert, un estudiante canadiense modelo, me dijo: dejaré a mi terapista, con las clases de español me bastan. Robert es geofísico, gerente de una empresa de asuntos petroleros y apasionado por las lenguas. Toma clases dos veces por semana, una de ellas es en grupo y otra es privada.

¿Qué vio Robert, e incluso su propio terapista, quien estuvo de acuerdo en que las clases de español estaban ayudándolo a liberar de estrés y otorgándole claridad en sus pensamientos? Según ellos, al hacer un esfuerzo por expresar, en español, por un lado, las circunstancias que lo abaten, y por otro sus emociones, poner en cada lugar las estructuras lingüísticas, apalancaban la puesta en lugar de la estructura emocional. Todo un descubrimiento para mí.

Aclaro algo. En las clases privadas promuevo, como profesora y como líder académica de @spanishperfecto un plan claro, con un recurso literario, auditivo o visual que sirva para explotar la conversación, que sea actual y controversial, y, naturalmente que tenga algún foco lingüístico.

No apruebo que las clases de conversación o privadas no tengan plan o se desvíen fácilmente de sus objetivos de origen. Sin embargo, confieso que, especialmente en las clases de conversación, estoy abierta a que el estudiante imponga su necesidad de conversación, pues sabemos que la motivación de habla, mientras más fuerte sea, más fluida, e incluso correcta, será la expresión.

Así es como una clase puede pasar de ser acerca de un tema de interés mundial a ser de un tema muy personal e incluso íntimo.

¿Pero cuándo el estudiante alcanza a tener la confianza con un profesor de español para hacer de su clase una terapia personal, y además practicar español sintiendo que su foco no es el idioma sino su herramienta de interacción?  Cuando el profesor tiene algunas cualidades, cualidades que coinciden entre ser un buen terapista y un buen profesor.

He creado una especie, nada pretenciosa de decálogo. Es una secuencia, una cadena de valores de un buen profesor.

  • Un buen profesor promueve el habla, no sólo expone y se concentra en sus ideas, no, crea cualquier estrategia y excusa para que sus estudiantes hablen. Hablar es una de las habilidades a las que se aspira como objetivo sin darle la crucial cabida en cada encuentro desde el inicio.
  • Un buen profesor se interesa por lo que sus estudiantes expresan. Muestra su interés a través de muchos códigos. Gestualiza, comenta. No se conforma con una respuesta; una respuesta le lleva a otra pregunta y así crea una cadena de habla.
  • Un buen profesor pregunta y sabe qué y cómo preguntar. Hace tiempo leí un artículo llamado: Pregunta bien para que te respondan bien, y había claves gloriosas sobre el tema, pero nada más el título ya nos da una lección. Nos volvemos expertos en hacer preguntas. Preguntas que nuestros estudiantes sean siempre capaces de responder con comodidad. No hacemos preguntas para hacerles fallar o sentir incapaces, no, les hacemos preguntas con las estructuras, el vocabulario que ellos puedan comprender y responder. Cuando un estudiante no comprende una pregunta, deberíamos preguntarnos: ¿Es la pregunta adecuada? Sé de profesores que repiten las preguntas o las dicen más lentamente o elevando el volumen de la voz, no descarto que con ello el estudiante pueda responder, pero tal vez no estamos haciendo la pregunta más adecuada.
  • Un buen profesor sabe escuchar. La evidencia de su interés, además de ser genuina, debe ser estratégica. El oír con atención reconoce progresos y necesidades de refuerzo.
  • Un buen profesor debe ser paciente. He visto a profesores que ante la necesidad de una palabra de un estudiante se aceleran a completar la frase. No digo que no podamos hacerlo para sacar a nuestro estudiante de un vacío, algunas veces asfixiante y solitario, pero que no sea la ansiedad, la impaciencia, la que oriente el destino de la idea y de la frase del estudiante.
  • Un buen profesor no juzga. Mientras escucha pacientemente, forma y contenido, no señala errores, ni de conducta ni de expresión. Es empático y simpático. Juzgar inhibe, silencia, e incluso promueve el miedo y la mentira, dos enemigos de la expresión libre y genuina a la que debe aspirarse en una clase de idiomas.
  • Un buen profesor da la bienvenida a los errores. Así como errar es parte de la vida, es también parte del proceso de la puesta en acción de un idioma. Por mucho que los estudiantes conozcan las conjugaciones regulares e irregulares de los verbos, errarán al usarlos. Pueden tener toda la información sobre pronombres de objetos y confundirán el directo con el indirecto. ¿Es esto realmente un error? Esto es una información para el profesor, sobre qué reforzar y practicar más. Eso es y eso es lo que debe hacerle entender a su estudiante, pero antes entenderlo él.
  • Un buen profesor celebra el proceso y no el producto. Les digo muchas veces a mis estudiantes luego de una respuesta o una participación: ¡Perfecto! No digo correcto si no es correcto, pero digo perfecto, porque es perfecto. En el corazón de mi frase hay una diferencia sustantiva que alguna vez, si es necesario, se las hago saber. Aunque la frase no sea correcta puede ser perfecta si está en el camino correcto de ser correcta.
  • Un buen profesor da retroalimentación lingüística y comunicativa concreta. Durante el encuentro y especialmente al final del encuentro el profesor debe dar retroalimentación concreta. El estudiante aspira a un refuerzo y a un progreso también concretos. El profesor puede ir tomando nota de algunas particularidades que desee revisar con él. Nada que le intimide, pero todo cuanto le motive a reconocer que el encuentro fue productivo y de valor.
  • Un buen profesor pone tareas, así es. Las acciones fuera de clase, tanto como fuera de una terapia, son fundamentales para el progreso, así que el estudiante debe salir con nuevos retos, y esos retos deberán ser valorados en su próxima sesión.

¿Es cierto o no que profesores y terapistas tenemos cualidades compartidas?

👇🏼

Si eres profesor de español y me estás leyendo ¿te identificas? Si eres estudiante de español ¿ves reflejado a tu profesor?

Yo, en mi doble rol de profesor/terapista estoy familiarizada con las presiones de la industria petrolera, las hazañas para promover y mantener amores simultáneos, las penurias de inmigrantes de Australia o China, la indecisión por la elección de una carrera, los desamores, las relaciones no binarias, la pérdida de un hijo, el acoso, y mucho más. Temas reales, motivos de habla, las mejores excusas para luego intervenir tácticamente en la depuración de frases relativas, contrastes de pasados o usos del subjuntivo.

Ya lo ven, aunque una clase de español no es una terapia seria, porque el ambiente es relajado y hasta humorístico, es en serio una terapia.

😁