La araña pollito, de Horacio Quiroga

Hoy escuchamos: La araña pollito, un cuento poema, del gran Horacio Quiroga, dramaturgo y poeta uruguayo.

1 Antes de escuchar el cuento busca en el diccionario el significado de 10 palabras que tal vez no conozcas.

  • araña
  • envejecido
  • veneno
  • mordido
  • yararás
  • miedosos
  • escéptico
  • aplastado
  • síncope
  • hinchazón

 

2 Escucha el cuento.

 

3 Responde las siguientes preguntas.

  • ¿Por qué este animal se llama araña pollito?
  • ¿Por qué el hombre de la historia pensaba que no era importante para él ser atacado por este animal?
  • ¿En la historia el hombre fue mordido por una araña pollito?
  • ¿La araña pollito transmitía veneno mortal?

 

4 Finalmente, lee el cuento La araña pollito:

Esta gran araña se llama así, según la etimología popular, por su capacidad para atacar y devorar un pollito. No es fácil, sin embargo, que pueda hacerlo. Ni sus costumbres ni sus fuerzas se lo permiten con éxito. Más fácilmente se ha de contentar con insectos de su familia, a semejanza de todas las arañas. Sus dientes, sin embargo, no son cosa de despreciar, ni aún por un ser humano, conforme se verá por el siguiente ejemplo.

Un hombre que yo conocía, envejecido en la dura vida del extremo nordeste de la república, no había perdido a sus años la costumbre de reírse cada vez que oía hablar del veneno de la araña pollito.
Este hombre había sido mordido dos veces por tantas yararás, y una vez por una serpiente de cascabel. En la mitad de su vida, un rayo le había arrancado todos los dientes superiores. Debido, sin duda, a esta familiaridad con los acontecimientos de volumen, el hombre se resistía a admitir el peligro que encarnan los vellosos y curvos dientes de la araña pollito.
– Yo he visto más de mil en mi vida – decía-. Y todas aplastadas de patas contra el suelo.
Yo sabía en esa época de dos endurecidos peones de monte, que se habían desmayado instantáneamente al ser mordidos por esa araña.
– Dos miedosos, nada más; (él sabía bien que no eran miedosos) – decía riendo nuestro incrédulo.

Pues bien; supe una mañana que dicho hombre acababa de ser visto sentado junto al fogón con una vincha mojada sobre la frente, quejándose bien alto mientras se balanceaba en el banco.
Había sido mordido por una araña pollito.
Fui a ver a aquel escéptico, sin reírme en lo más mínimo, porque sospechaba que no había lugar a risa alguna.
– ¡Maldita basura! – me dijo inmediatamente el hombre mordido.
-No puedo ni tomar agua todavía ¡Y he aplastado miles y miles de esos bichos, le aseguro! Figúrese que hace un rato yo estaba aquí mismo esperando que hirvieran porotos, cuando bien por encima de mi cabeza una de esas arañas bajó del techo por el caño de la escopeta. Yo la arranqué del caño por una pata, y en el aire sentí que se me enredaba en los dedos, y me picó. En seguida, en el momento mismo, vi todo azul, y sentí que las piernas se me doblaban. Y casi caigo sentado en la olla de porotos ¡Nunca creí, yo le juro, que uno pudiera perder tan de golpe las fuerzas, y ver azul el barro!
Los otros dos hombres mordidos por una araña pollito, de que he hecho mención, sufrieron igual síncope. Uno cayó desmayado con la mitad del cuerpo dentro del agua, y el otro se desplomó sin sentido, a pleno sol de fuego.
Pero tanto el uno como el otro, e igualmente nuestro conocido, no sufrieron mayores molestias, salvo una ligera hinchazón de la parte mordida, y un atroz dolor de cabeza que los hacía hamacarse gimiendo.